sexta-feira, 26 de agosto de 2011

Relógio morto

sinto-me como o tempo.
é anestésica a garganta que come a idade do tempo.

sinto-me como o tempo.
sónico e invisível nos espaços entre o fogo.

sinto-me e
subo
o elevador
sabotado
pelo preto mais branco
da lembrança.

temporizo-me como o senso do ar estimula a onda
e cronometro-me como a eficiência dum músculo.

quando não me perguntam sei
o tempo pelo vácuo.

deito fora todos os relógios
sinto.
como bem o tempo.
e ando.

Gavine Rubro.célula.rubra. (2011)


Reloj muerto

me siento como el tiempo.
es anestésica la garganta que come la edad del tiempo.

me siento como el tiempo.
sónico e invisible en los espacios entre el fuego.

me siento y
subo
el ascensor
saboteado
por el negro más blanco
del recuerdo.

me temporizo como el sentido del aire estimula a la ola
y me cronometro como la eficiencia de un músculo.

cuando no me perguntan sé
el tiempo por el vacío.

desecho todos los relojes
siento.
como bien el tiempo.
y ando.

terça-feira, 16 de agosto de 2011

Enfeitas de maboques cor da lua

Enfeitas de maboques cor da lua
a nossa aparente imobilidade
por detrás do párabrisas do nissan en andamento
na estrada do sumbe que entretece a linha
deste silêncio nocturno à beira-amor.

Minhas mãos viajam do volante para a mente.
Metalizo as pontas soltas da tua metafísica.
A natureza acomoda no espaço o dia íntegro
na exacta proporção de nos querermos.

Nada mais que uma alusão simbólica
à substituição do pneu de trás do carro
acabado de ruir como esse puzzle
das planícies da tua alma na relatividade do horizonte.

José Luís Mendonça. Não saias sem mim à rua esta manhã. nóssomos. 2011


Adornas de maboques color de luna

Adornas de maboques(1) color de luna
nuestra aparente inmobilidad
por detrás del parabrisas del nissan en marcha
en la carretera de sumbe que entreteje la línea
de este silencio nocturno a orillamor.

Mis manos viajan del volante a la mente.
Metalizo los cabos sueltos de tu metafísica.
La naturaleza acomoda en el espacio el día íntegro
en la exacta proporción en que nos queremos.

Nada más que una alusión simbólica
a la substitución de la rueda de atrás del coche
que se acaba de desbaratar como ese puzzle
de las planicies de tu alma en la relatividad del horizonte.

____________
(1) maboque: fruto del "maboqueiro", Strychnos spinosa, del tamaño de una naranja, de cáscara dura y pulpa acidulada.

quinta-feira, 4 de agosto de 2011

Saco cheio...

Tinha um saco cheio de palavras para oferecer, mas levei-o a passear pela beira-rio e não sei como, perdi-o…
Perdeu-se-me, o saco, com as palavras que tinha para oferecer…
Será que se diluíram nas águas, elas, fugidas do saco cansadas de mim, estrangeiras…?
Será que se entusiasmaram palavras numa primeira vez água, depois rio…?
Correnteza, mar…?
Vazias vãs nenhumas…?
Ou será que mas roubaram: objectos pedras cristais …?
Deambulam vagabundas agora por feiras de velharias ao sábado, desde manhãzinha...?
Sem legítimo dono e destino incerto?
Jonas. Nostalgia


Bolsa llena...

Tenía una bolsa llena de palabras para regalar, pero me la llevé a pasear por la orilla del río y no sé cómo, la perdi…
Se me perdió, la bolsa, con las palabras que tenía para regalar…
Se habrán diluído en las aguas, ellas, huídas de la bolsa cansadas de mí, extranjeras…?
Se habrán entusiasmado palabras en una primera vez agua, después río…?
Corriente, mar…?
Vacías vanas ningunas…?
O me las habrán robado: objetos piedras cristales…?
Deambulan vagabundas ahora por baratillos de chamarileros los sábados, desde muy temprano...?
Sin legítimo dueño y destino incierto?

segunda-feira, 1 de agosto de 2011

Não conseguir acordar a inconsciência – seguir o rio

a pouca luz anterior de um fim de tarde
onde rolaram rostos vagos de cidade
trajectos de passos sucessivos ao lado das estradas
nos passeios, nas paragens, sem mistério
cronometrados.

o quiosque – o maço de tabaco, o diário
o café ocasional – as vozes dispersas em argolas
o almoço chinês – asas de pássaro e dificuldades
o banco – véus de números e sorrisos de contabilidade
a reunião fleumática – garças altas e nós de gravatas
o trabalho – folhas A4 e conversas fechadas
o supermercado – iogurtes, chocolate e congelados.


a pouca luz interior de um fim de tarde no hall,
na entrada. a correspondência aguarda.
nada de envelopes quadrados, postais,
letras sem computadores, caligrafias de aparo
ouros raros, há quanto tempo não escreves uma carta?


sem hesitar esqueceu as roupas em qualquer lado
no suporte da banheira, na esfera do porta toalhas
na cadeira mais pequena, nas costas do sofá
onde água, uma gota de água desliza e perde densidade.


sem mais que a parte de baixo, deitou-se gasto
de olhos rasgados e húmidos como Rubens, um dia
em Madrid, no museu do Prado, uma tela a óleo
um quadro, onde as peles claras, os penteados
não lembra bem, não interessa, já não sabe.


deitou-se cedo sem cumprir horários
muito perto daquele outro corpo deitado;
um campo de searas no Alentejo longe
onde a dança solta de aves no céu
onde os ninhos de cegonha, as espigas
agudas e risonhas.


não conseguiu acordar a inconsciência.
de olhos abertos como um mocho, mas sentado,
pensou nos jardins escondidos do Palácio.


a mão como um navio desceu do joelho
ao ângulo do ilíaco, passou o diafragma
até ao oriente oposto e diagonal de um ombro.
repetiu o gesto como quem completa uma oração
as mãos, as costelas flutuantes, passando
ao oposto ombro, diafragma, coração.
a cruzada dos braços e os sons do rádio
na hora das notícias. não interessa. não interessa.


obscura a luz do quarto e as duas almofadas
dunas brancas de algodão, anatómicas em socalco.
os lábios entreabertos, entrada sibilante
de uma ilha sem continentes, um lugar de silêncios;
porque não escreveste?
a alma sem asas, em arco, em queda.


apenas e agora a música cardíaca –
como a pedra grande expandindo os círculos,
a música – uma valsa longa e longínqua
nas margens nocturnas do Danúbio.


de madrugada o astro enviou os raios, miríades,
e as pálpebras já tontas encostaram os remos
e seguiram o rio –
José Ferreira. O Mar parece Azeite


No conseguir despertar la inconsciencia seguir el río

la poca luz anterior de un final de tarde
donde habían rodado rostros vagos de ciudad
trayectos de pasos sucesivos al lado de las carreteras
en las aceras, en las paradas, sin misterio
cronometrados.

el quiosco —el paquete de tabaco, el periódico
el café ocasional —las voces dispersas en argollas
la comida china —alas de pájaro y dificultades
el banco —velos de números y sonrisas de contabilidad
la reunión flemática —garzas altas y nudos de corbatas
el trabajo —hojas A4 y conversaciones cerradas
el supermercado —yogures, chocolate y congelados.


la poca luz interior de un final de tarde en el hall,
en la entrada. la correspondencia espera.
nada de sobres cuadrados, postales,
letras sin ordenadores, caligrafías de pluma
oros raros, ¿hace cuánto tiempo que no escribes una carta?


sin vacilar ha olvidado la ropa en cualquier lado
en el soporte de la bañera, en la esfera del toallero
en la silla más pequeña, en el respaldo del sofá
donde agua, una gota de agua se desliza y pierde densidad.


sin más que la parte de abajo, se ha acostado rendido
de ojos rasgados y húmedos como Rubens, un día
en Madrid, en el museo del Prado, un lienzo al óleo
un cuadro, donde las pieles claras, los peinados
ya no se acuerda bien, es igual, ya no sabe.


se ha acostado pronto sin cumplir horarios
muy cerca de aquel otro cuerpo acostado;
un campo de cereal en el Alentejo lejos
donde el baile libre de aves en el cielo
donde los nidos de cigüeña, las espigas
agudas y risueñas.


no ha conseguido despertar la inconsciencia.
con los ojos abiertos como un mochuelo, pero sentado,
ha pensado en los jardines escondidos del Palacio.


la mano como un navío ha bajado desde la rodilla
al ángulo del ilíaco, ha pasado el diafragma
hasta el oriente opuesto y diagonal de un hombro.
ha repetido el gesto como quien completa una oración
las manos, las costillas flotantes, pasando
al opuesto hombro, diafragma, corazón.
los brazos que se cruzan y los sonidos de la radio
a la hora de las notícias. es igual. es igual.


oscura la luz del cuarto y las dos almohadas
dunas blancas de algodón, anatómicas en bancal.
los labios entreabiertos, entrada sibilante
de una isla sin continentes, un lugar de silencios;
¿por qué no has escrito?
el alma sin alas, en arco, en caída.


nada más y ahora la música cardíaca —
como la piedra grande expandiendo los círculos,
la música —un vals largo e lejano
en las orillas nocturnas del Danúbio.


de madrugada el astro ha enviado los raios, miríadas,
y los párpados ya aturdidos han arrimado los remos
y han seguido el río—