quarta-feira, 2 de maio de 2012

O sol inclinado sobre a tarde

O sol inclinado sobre a tarde,
como o poeta debruçado sobre a varanda da memória,
levemente ardendo
e bebendo a vasta respiração da cidade,
lento como o próprio dia.
Tudo parece nos seus lugares, mas
eu capto um certo tremor criminoso
por detrás do oco ordenamento do tempo.

A tarde é propícia a suaves insignificâncias:
olhares sem malícia, gestos aprazíveis,
complacentes risos inócuos.
Uma angústia primordial espreita sob o sol,
mas apenas eu a descortino. Nada me escapa:
os amores em cálida gestação,
os ódios lançados contra as paredes, como
manchas estúpidas e pecaminosas,
a menstruação exaltada das mulheres.
Os sabores estupram os tambores e
somente eu os vejo.

Caminho movido subterraneamente
por uma sabedoria viva e sangrenta. Mas
só as pedras o entendem.
Abre-se o tempo sob os meus passos inaudíveis.
Estes homens saem dos edifícios e nem reparam
na inusitada inclinação solar. Apetece-me
pôr as vísceras de fora e gritar.

Na verdade, respiro como um velho feiticeiro africano
no coração ardente desta tarde estrangeira.
A luz levemente coada do dia
espeta-se como avisos subtis
em todas as minhas extremidades: os dedos, os olhos,
o estômago atravessado por um vento tremendo.
Até que, de súbito,
a multidão olha-me aterrorizada.
Mas só eu o percebo.

Escrito no Rio de Janeiro

João Melo. A construção do tempo. nóssomos. 2012


El sol inclinado sobre la tarde

El sol inclinado sobre la tarde,
como el poeta asomado al balcón de la memoria,
levemente ardiendo
y bebiendo la vasta respiración de la ciudad,
lento como el propio día.
Todo parece en su sitio, pero
yo capto un cierto temblor delictivo
por detrás del huero ordenamiento del tiempo.

La tarde es propicia a suaves insignificancias:
miradas sin malicia, gestos apacibles,
complacientes risas inocuas.
Una angústia primordial acecha bajo el sol,
mas sólo yo la vislumbro. Nada se me escapa:
los amores en cálida gestación,
los odios lanzados contra las paredes, como
manchas estúpidas y pecaminosas,
la menstruación exaltada de las mujeres.
Los sabores estupran a los tambores y
solamente yo los veo.

Camino movido subterráneamente
por una sabiduría viva y sangrienta. Pero
sólo las pedras lo entienden.
Se abre el tiempo bajo mis pasos inaudibles.
Estos hombres salen de los edificios y ni se fijan
en la inusitada inclinación solar. Me apetece
poner las vísceras al aire y gritar.

La verdad, respiro como un viejo hechicero africano
en el corazón ardiente de esta tarde extranjera.
La luz levemente colada del día
se espeta como avisos sutiles
en todas mis extremidades: los dedos, los ojos,
el estómago atravesado por un viento tremendo.
Hasta que, de súbito,
la multitud me mira aterrorizada.
Pero sólo yo lo percibo.

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