sexta-feira, 22 de outubro de 2010

Regurgitações

Sei que há jovens à espera do autocarro até ao fim do dia,
Cheios de si e de sonhos rebeldes e inocentes.
Sei que ainda há Sol e eu bebo-o desesperadamente
Porque sei que este é sempre o último dia.
Tenho a cor da morte na pele e só a luz a consegue esconder,
Só os gritos de adolescentes ansiando por uma boca ávida
Atrás do muro, uma mão emancipadora
Que lhe encontre a alma em chamas pelo futuro adentro,
Me dão a ilusão de outra cor.
Fecho os olhos e o meu sangue vermelho nas pálpebras,
Ainda, quente o dia e o verde persiste.
Sei de tractores além do monte, de cortiça,
Além do tempo que me separa da infância,
Aceleram, enterram os dentes metálicos e rasgam-me em tantos,
As cores por mim, um prisma.
Vem-me outro dia luminoso, apesar de cinzento,
À beira de um rio de outra vida,
Com adolescentes, uma mesma vontade para a vida,
Todos os caminhos abertos, hoje a tornar os pais em avós,
Os sonhos em cabelos brancos
E as traições em fugas à vida que sem querer se escolheu.
Lembro-me nesta cor, que nunca fui à Noruega
E isso dói-me como não ter deus, por minha culpa,
Das escolhas que me foram impostas,
Tive que ser e dentro de mim
Ainda há carroças com gente muito queimada pelo Sol,
Um frio de pobreza e paredes muito grossas de granito
Com cheiro a fumo de dez décadas.
Os cães ladram, mas estão no máximo em Tromsø
E eu sempre preferi Thor a Cristo, quando era da idade da mitologia.
Sintoma da Serra de Orelhão que recorta o horizonte
Como as Montanhas Místicas e afinal
Lá vive gente, com cães, com jovens que regressam,
Partem, todos os dias para nunca mais,
Enquanto houver Sol e eu rasgado pelo som do trabalho árduo
E o vermelho dos meus olhos fechados,
Que se abrem para o verde de uma louva-a-deus.
O Sol não se põe, é a minha alma que se extingue.

21.10.2010, Torre de Dona Chama.


Regurgitaciones

Sé que hay jóvenes esperando el autobús al final del día,
Engreídos y de sueños rebeldes e inocentes.
Sé que aún hay Sol y yo me lo bebo desesperadamente
Porque sé que este es siempre el último día.
Tengo el color de la muerte en la piel y sólo la luz consigue esconderlo,
Sólo los gritos de adolescentes ansiando una boca ávida
Detrás del muro, una mano emancipadora
Que le encuentre el alma en llamas a lo largo del futuro,
Me dan la ilusión de otro color.
Cierro los ojos y mi sangre roja en los párpados,
Todavía, caliente el día y el verde persiste.
Sé de tractores más allá del monte, de corcho,
Más allá del tiempo que me separa de la infancia,
Aceleran, entierran los dientes metálicos y me rasgan en tantos,
Los colores por mí, un prisma.
Me viene otro día luminoso, a pesar de grisáceo,
A la orilla de un río de otra vida,
Con adolescentes, unas mismas ganas para la vida,
Todos los caminos abiertos, hoy volviendo a los padres abuelos,
A los sueños, cabellos blancos
Y a las traiciones, huídas de la vida que sin querer se eligió.
Me recuerdo en este color, que nunca fui a Noruega
Y eso me duele como no tener dios, por mi culpa,
De las elecciones que me fueron impuestas,
Tuve que ser y dentro de mí
Aún hay carros con gente muy quemada por el Sol,
Un frío de pobreza y paredes muy gruesas de granito
Con olor a humo de diez décadas.
Los perros ladran, pero están al máximo en Tromsø
Y yo siempre he preferido Thor a Cristo, cuando era de la edad de la mitología.
Síntoma de la Sierra de Orelhão que recorta el horizonte
Como las Montañas Místicas y al cabo
Allí vive gente, con perros, con jóvenes que regresan,
Parten, todos los días para nunca jamás,
Mientras haya Sol y yo rasgado por el sonido del trabajo arduo
Y el rojo de mis ojos cerrados,
Que se abren para el verde de una santateresa.
El Sol no se pone, es mi alma lo que se extingue.

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