Cheios de si e de sonhos rebeldes e inocentes.
Sei que ainda há Sol e eu bebo-o desesperadamente
Porque sei que este é sempre o último dia.
Tenho a cor da morte na pele e só a luz a consegue esconder,
Só os gritos de adolescentes ansiando por uma boca ávida
Atrás do muro, uma mão emancipadora
Que lhe encontre a alma em chamas pelo futuro adentro,
Me dão a ilusão de outra cor.
Fecho os olhos e o meu sangue vermelho nas pálpebras,
Ainda, quente o dia e o verde persiste.
Sei de tractores além do monte, de cortiça,
Além do tempo que me separa da infância,
Aceleram, enterram os dentes metálicos e rasgam-me em tantos,
As cores por mim, um prisma.
Vem-me outro dia luminoso, apesar de cinzento,
À beira de um rio de outra vida,
Com adolescentes, uma mesma vontade para a vida,
Todos os caminhos abertos, hoje a tornar os pais em avós,
Os sonhos em cabelos brancos
E as traições em fugas à vida que sem querer se escolheu.
Lembro-me nesta cor, que nunca fui à Noruega
E isso dói-me como não ter deus, por minha culpa,
Das escolhas que me foram impostas,
Tive que ser e dentro de mim
Ainda há carroças com gente muito queimada pelo Sol,
Um frio de pobreza e paredes muito grossas de granito
Com cheiro a fumo de dez décadas.
Os cães ladram, mas estão no máximo em Tromsø
E eu sempre preferi Thor a Cristo, quando era da idade da mitologia.
Sintoma da Serra de Orelhão que recorta o horizonte
Como as Montanhas Místicas e afinal
Lá vive gente, com cães, com jovens que regressam,
Partem, todos os dias para nunca mais,
Enquanto houver Sol e eu rasgado pelo som do trabalho árduo
E o vermelho dos meus olhos fechados,
Que se abrem para o verde de uma louva-a-deus.
O Sol não se põe, é a minha alma que se extingue.
21.10.2010, Torre de Dona Chama.
João Bosco da Silva. As Memórias do Amanhã Longínquo
Regurgitaciones
Sé que hay jóvenes esperando el autobús al final del día,
Engreídos y de sueños rebeldes e inocentes.
Sé que aún hay Sol y yo me lo bebo desesperadamente
Porque sé que este es siempre el último día.
Tengo el color de la muerte en la piel y sólo la luz consigue esconderlo,
Sólo los gritos de adolescentes ansiando una boca ávida
Detrás del muro, una mano emancipadora
Que le encuentre el alma en llamas a lo largo del futuro,
Me dan la ilusión de otro color.
Cierro los ojos y mi sangre roja en los párpados,
Todavía, caliente el día y el verde persiste.
Sé de tractores más allá del monte, de corcho,
Más allá del tiempo que me separa de la infancia,
Aceleran, entierran los dientes metálicos y me rasgan en tantos,
Los colores por mí, un prisma.
Me viene otro día luminoso, a pesar de grisáceo,
A la orilla de un río de otra vida,
Con adolescentes, unas mismas ganas para la vida,
Todos los caminos abiertos, hoy volviendo a los padres abuelos,
A los sueños, cabellos blancos
Y a las traiciones, huídas de la vida que sin querer se eligió.
Me recuerdo en este color, que nunca fui a Noruega
Y eso me duele como no tener dios, por mi culpa,
De las elecciones que me fueron impuestas,
Tuve que ser y dentro de mí
Aún hay carros con gente muy quemada por el Sol,
Un frío de pobreza y paredes muy gruesas de granito
Con olor a humo de diez décadas.
Los perros ladran, pero están al máximo en Tromsø
Y yo siempre he preferido Thor a Cristo, cuando era de la edad de la mitología.
Síntoma de la Sierra de Orelhão que recorta el horizonte
Como las Montañas Místicas y al cabo
Allí vive gente, con perros, con jóvenes que regresan,
Parten, todos los días para nunca jamás,
Mientras haya Sol y yo rasgado por el sonido del trabajo arduo
Y el rojo de mis ojos cerrados,
Que se abren para el verde de una santateresa.
El Sol no se pone, es mi alma lo que se extingue.
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